6/7/17

Japón - Tokyo -> Kyoto, día 6

Último día en Tokyo... Después de ducharnos y desayunar, hicimos las maletas, check out... ¡Y rumbo a la estación de Tokyo!
Ya habíamos tanteado una vez el terreno en la estación de Tokyo, ya que es de las más transitadas... Pero igualmente tardamos un poco en ubicar dónde estaban las taquillas para comprar los billetes de Shinkansen
Los compramos a través de las máquinas. Pudimos elegir los asientos y la verdad, no fue nada complicado.

Encontramos el andén del cual partía también muy rápido... Tanto que nos tocó esperar, pero creo que así pudimos ver una cosa que, al menos a mi - soy muy impresionable - me fascinó: al llegar un shinkansen que tenga como última parada la estación en la que os encontréis y que este vaya a partir hacia otro destino, veréis como unas cuantas personas con cubos se ubican al lado de las puertas y, una vez haya salido todo el mundo del shinkansen, ellos entrarán y limpiarán todo a la velocidad de la luz, pero no solo eso, ¡giran los asientos para que miren al frente! Era una pasada ver al hombre girarlos como si nada, uno tras otro... Lo sé, es una chorrada, pero lo pienso y me sigue alucinando.

Una vez llegó nuestro tren bala, nos sentamos en nuestros asientos y a disfrutar del paisaje. De la estación de Tokyo a la estación de Kyoto hay unas dos horas creo recordar. 

Una vez en Kyoto, comprobamos que el tiempo por primera vez estaba un poco feucho, caían gotitas y estaba el cielo muy gris, ¡pero por fin un día en el que hacía fresco! 
Nuestro ryokan estaba muy cerca de la estación de Kyoto, así que, como todavía no podíamos hacer check-in a la habitación, dejamos las maletas y nos fuimos a ver el templo Higashihonganji que estaba a 5 minutos del ryokan. ¡Fue la primera vez que nos tuvimos que quitar los zapatos para entrar a un templo!



Después de verlo, dimos un paseo por la zona y nos dimos cuenta de que había mucho más turismo, pero también menos aglomeración en la calle (y ya dije que no me pareció que en ningún momento hubiera demasiada gente por las calles en Tokyo). 
A la hora que ya podíamos entrar a la habitación, volvimos al ryokan para ver nuestra habitación. Ay, qué bonita era. Elegimos en Kyoto quedanos en un ryokan tradicional. El suelo crujía, no se podía ir con zapatos, el suelo era de tatami, íbamos a dormir en futones... Precioso.



Ya una vez acomodados y un poco descansados, como teníamos el Fushimi Inari a nada y menos de distancia, cogimos un tren del año de la pera y pusimos rumbo para allá. He de decir que mi idea del Fushimi Inari eran los 1000 toris y ya... Pero no.
Al llegar había muchíiiiiiiiiisima gente, muchíiiiiiiiiisima. También los típicos puestos donde comprar amuletos, souvenirs, para rezar... A medida que avanzas, se pasa por los primeros toris juntos. Todo eso está llenísimo también, mucha gente haciéndose fotos - y yo que pensaba que con el día que hacía no iría mucha gente - pero, a medida que avanzas, hay menos gente, y puedes disfrutar un poco más del paisaje, puedes hacer fotos tranquilamente y respirar aire de las montañas.

Nosotros - como ya he dicho, teníamos otra idea de lo que era este sitio - avanzábamos, y avanzábamos, y venga subir escaleras, y venga toris... Hasta que encontramos un mapa y ¡resulta que eso es enorme! No llevábamos ni medio camino hecho pero estábamos acalorados de tanto subir escaleras. Pero claro, si se va, hay que hacerlo todo, así que llegamos casi a la cima - ya que por el camino nos metimos en un sitio prohibido y, subir las escaleras "prohibidas" por las que habíamos bajado fue la muerte, pero mereció la pena porque allí el paisaje tenía más pinta de abandonado, era más bonito (sí, aún más).
Ya estaba anocheciendo así que bajamos toooooodo lo que habíamos subido y nos fuimos al ryokan, para dormir por primera vez, en futones.
Pasamos toda la tarde ahí, la verdad, hay que ir. De todos los sitios que fuimos durante el viaje, volvería a este sin dudarlo, lo que transmite este lugar es indescriptible. Además, poder presenciar el atardecer desde ahí... Sublime.




 



Adelanto que yo ese día, dormir, dormí poco, porque me clavaba mis propios huesos. Pero fue el único día en todo el viaje que no pude.

¡Nos vemos en la siguiente entrada!

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