21/7/15

Pre-morriña

Quién me iba a decir a mi que trabajar con niños acabaría gustándome tantísimo.

Siento la necesidad de explicar que siempre que trabajo con niños se me quitan un poquito las penas, en caso de tenerlas. ¿Por qué? Porque un niño es sincero, no es nada rencoroso, siempre tiene cariño para dar, te descubre el mundo que ve con sus ojos que no se asemeja ni un poquito a la realidad, te abraza sin pedir permiso, te pide besos aunque esté enfadado... Se acerca a ti para estar en tu simple compañía y hablar. Porque, al igual que los adultos, tienen mucho que contar, y también necesitan ser oidos.

Hay algunos más tímidos, otros más lanzados, santos y menos santos, pero todos siempre acogen a cualquier persona en seguida, pero a lo largo de estas semanas he visto como ha aumentado ese cariño, de manera que me buscan para estar con ellos, para ayudarles. Me demuestran que confían en mi. Y, os prometo, que cuando el niño más despegado, más callado y menos mimoso de todos viene a abrazarte y se queda, literalmente, cinco minutos abrazándote sin irse y sonriendo... En ese momento sabes que estás haciendo bien tu trabajo, y no existe palabra capaz de explicar la emoción de ver como te agradecen tu sola presencia.

Cómo no me va a gustar mi trabajo, si es lo más bonito de este mundo.

7/7/15

El tiempo que nos quitamos de conocernos.

Ya nadie recuerda lo que es dar cuerda a un reloj.
Ver como los segundos  se vuelven minutos, y los minutos horas, porque al reloj le fallan las fuerzas para hacer su trabajo: hacer que las manecillas avancen.

El placer de ver el tiempo detenerse.
Cerrar los ojos y volver a ver el momento más feliz de tu vida, poder observar con detalle cada gesto, cada sonrisa, cada mirada.

Ya nadie está cuerdo como para fotografiar con la mente y guardar la diapositiva en el corazón. Perdemos la validez del momento intentando plasmarlo en foto.
Nuestros ojos ya no sienten, ni se enternecen. Un segundo puede cambiar tu vida... Y en el mundo real, los segundos no son minutos, porque la tecnología se encarga de dar cuerda a las manecillas que hemos dejado olvidadas.

Porque, recordar, es volver a dar cuerda a algo, volver a revivir un momento; y nosotros nos hemos perdido en el intento.

4/7/15

El agua que no seca.

Es como esperar que si tiras un petardo no explote. Hay muy pocas probabilidades.

Y así es, tiraste la bomba y te salpicó en lo más hondo de tu alma. Un agua que no se seca. Una mancha en tu expediente que te perseguirá para toda tu vida.

A veces, las reacciones no esperadas son un golpe, un arañazo, una herida que no cicatriza. Que tus buenas intenciones no se ven correspondidas; bueno, y qué, te toca vivir con ello, ¿o te vas a lamentar siempre?

Sí, te lamentarás siempre.

Porque las sensaciones perduran, a veces no se ven en la oscuridad porque son la sombra de tu consciencia.

Puedes aprender a vivir con ello o llorar por ellas.

Esperemos.