18/1/15

No me echéis de menos.

Cerca de la orilla, si te fijas, se esconden unas vías de tren. No son muy bonitas, están bastante oxidadas.
Aunque ya no puedan guiar a los trenes, cumplen otra función: guiar a las personas.

Cada noche, me siento en la arena. Me descalzo y dejo que las olas me hagan cosquillas en los pies. La sensación de que la arena me traga se asemeja a mi día a día. No puedes escapar a tu destino, así que me dejo llevar.

Puedo pasarme horas así, sin hacer nada, solo observando la inmensidad del mar, su horizonte... ¿Qué debe haber más allá? Quizá ahí es todo más fácil. Puede que incluso haya un lugar para mi.


Cuando la Luna me iluminaba, llegó una chica que caminaba siguiendo las vías del tren.
Era morena, de mirada gastada, sonrisa forzada, con manos de luchadora... Se veía luz en su pecho, de un corazón con ganas de luchar pero lleno de golpes. Me miró y me sonrió con la sonrisa más falsa que he visto en mi vida, esas sonrisas que esconden miles de preocupaciones. Pero, igualmente, era una sonrisa bonita.

No podía dejar de mirarla, algo me atraía, ese algo que yo no tenía y que ella podía darme.
¡No, por dios! Las cosas hay que conseguirlas por uno mismo, ¿de qué me sirve que me dé algo que seguro que ella se ha esforzado en conseguir? No tiene ningún mérito.

De pronto, me estaba ofreciendo su mano, como si supiera que por mi cuenta, jamás saldría de este vacío, de esta playa.

"Nunca cojas lo que no es tuyo" ... Así que amablemente, la rechacé.
Es más gratificante conseguir las cosas por uno mismo.

Se extrañó, pero no insistió, y volvió a las vías del tren, enfrentándose a todo lo que encontraba, pero, increíblemente, no se le borraba la sonrisa de la cara. Qué gente más rara, es como un payaso, pero sin maquillaje.

Ahí quedé, con mis pies hundidos, la mirada al infinito y con miles de ideas en mi cabeza. Con muchas cosas por cumplir. ¡La de cosas que quiero!

Así  pasaban las horas, los días, las semanas... Siguiendo mi rutina, esperando a que se cumplieran mis sueños sin moverme del lugar. Esperaba señales. Señales que cuando llegaban, dejaba pasar.

Mi vida era ambiciosa pero poco confortable. Me limitaba a esperar que el mundo cambiara a mi merced. A que la arena me llevase del todo y desaparecer.

Qué paradójica es la vida, nos da las cosas cuando no las necesitamos y cuando las queremos... Ya es demasiado tarde.

Nunca dejes escapar una oportunidad, aunque se vista de persona. Las cosas buenas, así como las desgracias, a veces solo pasan una vez en la vida.





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