22/2/14

Nunca es tarde.

Selena no tenía nada en especial. Era una chica adulta con su grupo de amigos, su trabajo y su familia.
Era una persona normal, de esas que a veces caen bien, a veces te dan rabia y otras la amas tanto que es imposible dejarla ir.

Ese tipo de personas que no pasan desapercibidas por las desgracias, razón por la cual era muy pesimista con ella.
Su alrededor la maldecía por esos pensamientos oscuros que rondaban su cabeza; "valórate" decían; "quiérete" oía. Todo muy de anuncio de televisión en el que una crema te hace ser otra persona. "Já" pensaba ella, "ni que todo fuera tan fácil." Cualquier desgracia, por pequeña que fuese, era perfecta para empezar a llorar. Siempre triste, siempre débil, siempre empapada en sal. Esa era ella.

Selena conducía cada día para ir a su trabajo, pero quien dirigía el coche no era ella, sino sus pensamientos negativos... Y todos sabemos que esos pensamientos no son buenos conductores de la vida.

Recibía diariamente visitas de las personas que la querían.
Ella se mostraba alegre, positiva, aun estando viviendo a través de una máquina. En cambio, su alrededor había ennegrecido.

- ¿Cómo consigues sonreír tanto en este momento tan difícil si en los buenos nunca has sabido hacerlo? - le preguntó su madre sin dejar de soltarle la mano.

- Porque me apetecía hacer algo diferente en la vida, me apetecía hacer algo que jamás hubiera hecho. Quería ser feliz, quería que me vieseis feliz... Por primera y última vez.

No hay comentarios: